martes, 9 de septiembre de 2014

Rosita… modista ejemplar


                                                                  
“Soy feliz, nada me falta, me siento muy contenta. ¿Por qué se va uno a avergonzar de ser así, si Dios lo creó y todo lo que Él hace es perfecto? Soy muy alegre. Yo les digo a otras personas, soy igual a ustedes”. Así se expresa Rosita, genial modista que teje la vida con sus manos y que no tiene límites, aunque mide 1 metro con 8 cms. de estatura.

Rosita, llegó hace 23 años al municipio de Rionegro, cerca a Medellín, Colombia. Mientras la gente conocía sus dotes excepcionales como modista, hacía buñuelos y con esa venta se sostenía. Luego, empezó a trabajar con una máquina de coser y esta le ha dado todo lo que tiene, casa y taller de confecciones.

En su taller, Rosita produce ropa bonita, de alta calidad y genera varios empleos. Fabrica toda clase de prendas masculinas, femeninas, infantiles, para bebé, cubrecamas, cortinas, etc. Hoy, confecciona coladores de tela, para una importante empresa antioqueña.






Cuando sale de su casa a hacer diligencias, a veces le ofrecen dinero, pero ella no lo acepta y dice: “Muchas gracias, no lo necesito, yo trabajo”. También, le han ofrecido silla de ruedas, la cual rechaza, porque no la requiere.

Por su estatura, algunos le han preguntado ¿A Usted le da pena salir a la calle? Ella responde que no. Rosita, nunca se ha sentido discriminada de nadie, ni cuando estudiaba.

Rosita goza de excelente salud, no toma pastillas. Le gusta servir a los demás. Disfruta con el fútbol y es amante de la selección Colombia y del Nacional. Comparte su vida, con su sobrino José Alexander García.




















Rosita, modista por vocación

Rosa Vásquez Piedrahíta, nació en San José de la Montaña, municipio ubicado al norte de Antioquia. Sus padres Saulo Vásquez y Leonilda Piedrahíta, tuvieron 14 hijos, de los cuales, 4 fueron de talla baja: Miguel, Argemiro, Carmen y Rosita. Los dos hombres eran carpinteros reconocidos, hacían muebles estilo Luis XV. Y ellas, ambas modistas. “Mis papás nunca nos ocultaron, mamá nunca le tuvo miedo a un embarazo”.

Del total de hermanos, sobreviven Efraín y Serafina de talla promedio, y Rosita de talla baja, quien ocupa el puesto doce, en la familia. Sus padres eran mayordomos, les tocaba cargar leña, cuidar el ganado y realizar toda clase de labores en el campo. Los hermanos mayores ayudaban en estas tareas.

Estudió primaria y bachillerato, con religiosas Teresitas, en San José de la Montaña. Le gustaba estudiar y coser, comenzó haciendo ropa para su muñeca, cuando era niña. En el colegio, aprendió el arte de la costura, bordado y culinaria. Después, perfeccionó la modistería.

El colegio era mixto. Se la llevaba muy bien con sus compañeros, ellos se peleaban por cargarla. Sólo de un muchacho, nunca se dejó cargar. Cuando hacían Educación Física, Rosita usaba el uniforme y la profesora le destinaba un lugar especial, para que se sentara.

Rosita tuvo amigos y novios, pero no se casó ni tuvo hijos. Afirma que “muchos hombres ponen el hijo y se pierden, lo dejan a uno embalado. Lo pensé mucho, me hubiera gustado tener un hijo, pero los hombres son muy vivos, poco honestos, a uno le ha tocado ver tantas cosas… dicen que uno no escarmienta por los demás, pero a veces sí”.





En el taller de Rosita, labora su sobrina Aracely Vásquez. 
Rosita exige a sus empleadas disciplina y, a la vez, las trata con amor. Aquí aparece con Beatriz Zapata.


De San José de la Montaña, Rosita se fue a vivir al municipio de Bello. Debido a suprestigio como modista, la buscó el empresario Fabio Arteaga, para montar la fábrica de confecciones Alfayín, en el municipio de Don Matías, al norte de Antioquia. Allí, produjeron blusas, chaquetas, bluyines, faldas y shorts, con destino a Medellín y a la exportación.

En Alfayín, Rosita laboró como supervisora, durante 7 años. Conocía sobre  calidad de las telas y características de las prendas. Por ello, los directivos de su empresa y otros fabricantes de Medellín, le consultaban sobre muestras de vestuario, para saber si cotizaban y si podían adelantar algún negocio.

Rosita atendía en Alfayín a italianos, alemanes, ecuatorianos y a todos los extranjeros que encargaban prendas para llevar a sus países. Igualmente, orientaba a los compradores nacionales. Al final, la empresa se quebró por asuntos del mercado y Rosita permaneció en Don Matías, por algún tiempo.

Los milagros de su vida

Rosita es devota de la Virgen de la Misericordia, quien le ha hecho varios milagros. En una ocasión, le dio úlcera gástrica y el especialista le dictaminó 10 días de vida. Entonces, Rosita le hizo la promesa a la Virgen que si la curaba, la visitaría en su Santuario del municipio de Santa Rosa de Osos. Cuando volvió donde el doctor, no tenía nada, estaba muy bien.

Otro milagro que a Rosita la conmovió, fue el de su sobrina Albany Zapata, quien con seis meses de nacida sufría ataques, al parecer, epilépticos. Rosita le prometió a la Virgen llevarle la niña, al mismo Santuario, si la sanaba. A los pocos días, Rosita daba testimonio en el altar de la basílica, ante cientos de personas, por solicitud del sacerdote. La niña tiene hoy, 22 años.

Fuera de su profunda fe religiosa, Rosita refleja un espíritu fuerte, capaz de superar cualquier obstáculo. Su trabajo es sagrado y no le importa acostarse a las 12 de la noche y levantarse a las 3 de la mañana, para cumplir sus compromisos. También, realiza con maestría, todos los oficios de la casa.

















Además, es amable, sencilla, pulcra y revela una gran alegría, cualidades que aprecian sus familiares, amigos y vecinos. “Eso me lo han dicho mil veces y la gente no se quiere ir de mi casa, porque se siente feliz cuando viene, encuentra una buena energía” afirma Rosita.

Si usted quiere comunicarse con Rosita, llámela al teléfono 5311502 ó al celular 3213939810 en Rionegro, cerca a Medellín, Colombia.







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